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sábado, 6 de octubre de 2012

Atravesaré el mundo y volando llegaré hasta el espacio exterior...



No te quieres enterar…

… pero la vida Erasmus es la vida mejor. Lo que pasa es que las verbeneras no tuvimos la oportunidad de vivir esa entrañable e imprescindible experiencia, pero siempre hay que aferrarse a las oportunidades que te brinda la existencia y una servidora se halla viviendo con dos ejemplares únicos (bueno, no, aún hay más) de la especie en cuestión. Hoy, en Verbena en Vena: el estudiante Erasmus.

Empezaremos aclarando que el estudiante Erasmus hace de todo menos estudiar. Tenga la edad que tenga. Mis ratoncillos de indias no son el Erasmus estándar, porque son bien formales, pero tienen amigos que cumplen con los requisitos. Aún así, en ninguno de los dos casos sucede lo de llegar a estudiar: ambos, mis compañeros, estudian pedagogía en España, pero ambos están asistiendo a clases de deportes en Letonia, él a fútbol y voleibol, ella a voleibol y baile, y ninguno (de ambos) va a tener convalidación por lo que hace aquí cuando llegue a España. En el caso de los otros, los que sí están haciendo su carrera, no se ha comprobado aún que hayan asistido a más de dos clases (hablando de los que llevan aquí ya un mes) y salen una media de seis días a la semana. El Erasmus es el espíritu de la verbena.

En cualquier caso, yo tenía que hacer una comprobación desde dentro, porque si no, no valoraríais mis palabras como verdaderas. Así que un miércoles cualquiera me apunté a sus salidas nocturnas.

Todo empieza en un pub irlandés en el que sólo hay españoles y un croata. No sabemos aún cómo el foráneo se comunica con los demás ni qué le gusta de acompañarse del Erasmus español, porque, queridos lectores, este último, como buen ciudadano ibérico, no habla ni papa de inglés (ni otro cualquier idioma). En dicho pub la pinta de cerveza está a un lat para estudiantes, así que nuestros queridos compatriotas han aprendido las palabras “student beer” y con eso no necesitan más comunicación. Huelga decir que, para la ocasión, y por la economía de una, que está aquí sin beca, esa noche fui yo también student y pagué como si tuviera una beca miserable (como lo es la suya, pobres míos). Y sin remordimientos, que los sueldos tampoco están como para permitirse más.

Cuando ha quedado de sobra manifestada la ocupación española en el bar, se han dado considerables gritos y golpes en las mesas, se han cantado algunas canciones con eoeoeo o oeoeoe como base, y tras haber registrado una buena muestra de acentos peninsulares y exaltaciones por comunidades, nos trasladamos en grupos hasta algo llamado French Bar, que luego obviamente no se llama así pero es el nombre que se le ha dado.

La cantidad de gente que hay fuera hace dudar de la calidad del garito, pero es que aquí tampoco se fuma en los bares, y parece ser que la fiesta está en la calle, porque algunos se preguntan para qué entramos al local. Llamadme vieja, pero hace mucho frío como para permanecer en el exterior. Así que bajamos las escaleras que llevan a un sótano donde la muerte por incendio estaría asegurada y la cantidad de humanidad no desmerece para nada a la de la entrada, ahora sí, no hay un solo autóctono en la sala. Pero no es eso lo que más sorprende, si no el estilo rockero de la música del bar, que cualquiera hubiera esperado que fuera más popero comercial, por aquello de la imagen de Erasmus desfasado que todos tenemos en la cabeza.

La raza a estudiar cumple con todos los tópicos conocidos: el ambiente huele a hormonas y si observas con cuidado (y sin él, también) todo son cruces de miradas, invitaciones con intenciones, bailes provocativos, conversaciones demasiado cercanas, o directamente ya han pasado a la siguiente fase, probablemente gracias a algún empujón de los miles que recibes, porque aquello está hasta la bandera. Por otro lado, los que no están interesados en pillar cacho se acodan como pueden en la barra probando todos los chupitos que ofrece el bar, sin temor a cobrar cualquier precio desorbitado por el vasito que te asegura un rápido efecto, precio que nadie tiene reparo en apoquinar. En la mayoría de los casos, ambos especímenes coinciden, y tenemos muchos borrachos salidos en todo el bar, intentando hacer de este mundo, o más concretamente del suyo, un lugar más habitable.

Llego a mi límite, porque una está aquí trabajando y no puede permitirse ciertos desfases, aunque quisiera, así que me retiro discretamente una hora después de avisarlo (hay costumbres que los españoles llevamos donde quiera que vayamos), y me vuelvo a casa reflexionando sobre la oportunidad que perdí en mis años mozos.

Y no, no me da pena, porque he sabido verbenear hasta quemar varias ciudades, y me alegro de poder realizar este estudio desde mi retardada adolescencia.

Y no juzgo tampoco al desenfadado Erasmus, al que considero un hito y un grandísimo vividor de las oportunidades que la vida, la Comunidad, el Ministerio y Europa te brindan, y al que todos hemos envidiado, envidiamos y envidiaremos, ahora y para siempre.

No quisiera acabar sin antes proponer un minuto de silencio por estas simpáticas becas que mueren este año, junto con tantas otras que nos han quitado y junto con las que acabarán por quitarnos en los meses venideros. 2012 será recordado como el año en el que las mejores experiencias que tenían los jóvenes, y sus últimas oportunidades, definitivamente murieron. DEP.

Ye, ye, ye!

1 comentarios:

  1. Decían de la vida pirata, pero la vida Erasmus me parece la vida mejor (y bastante parecida, sin trabajar, sin estudiar, coooooon la botella de ron).

    Una pena no haber disfrutado de esta experiencia y que muchos otros vayan a quedarse sin hacerlo por lo fuckin' recortes.

    En fin, Ye Ye, sigue con el estudio de campo, lo nuestro es tan teenager que seguro q no desentonas na!

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No olvides que...


Todo esto es tan teenager..


Siempre con el corazón contento