No te quieres
enterar…
… pero se
rumorea, se cuenta, se dice por ahí, que la mejor fiesta del mundo mundial se
viene celebrando cada mes en una playa de una isla lejana en Tailandia, y se
llama Full Moon Party (para aquellos que pasen de anglicismos cool: fiesta de la luna llena). Como su
propio nombre indica, en un alarde de originalidad, coincide con esa noche
mensual mágica en la que todas las personas del planeta miran al cielo y
sienten… cosas. Las energías te envuelven, los sentimientos están a flor de
piel, un halo extraño rodea a los seres vivos, las conexiones son inevitables,
el mundo entero está preparado para todo… y la gente en esta playa está
borracha, pero de esto vamos a hablar luego.
No os voy a
aburrir con historias, pero es necesario echar la vista atrás para encontrar el
humilde inicio de la macro fiesta en la que se ha convertido este evento: esto
eran unos hippies viajeros en 1985 que, dejándose llevar por todos esos
misticismos que os he contado antes, decidieron ir a beber pócimas y fumar
sustancias a la playa una noche de luna (como el argumento de La Playa,
pero solo una noche). Se ve que se lo pasaron pirata, y al mes siguiente
invitaron a un par más, que a su vez se lo pasaron bastante bien, y al mes
siguiente ya eran ciento y la madre (que podía haber sido la mía, que fijaos si
ha llegado lejos el rumor que la mujer me ha dicho que quería venirse). Y así a
lo bobo, hay un evento mensual que junta en la misma playa a gente de
tooodo el mundo mundial, excepto a los tailandeses, que no pisan por allí. Se
caracteriza, además, por un uso extremo de colores estridentes y música techno
que se puede escuchar hasta en Malasia. De estas dos últimas cosas desconozco
el origen.
Dicho esto, y
quedando claro que es todo un evento, los verbeneros hemos decidido ir hasta allí a
contaros todos los detalles de primera mano, que sabemos que os gusta.
Ir es muy
fácil. Te acercas a Kao San Road en Bangkok, zona de mochileros por excelencia,
y les dices que no te lo quieres perder, que te organicen un viaje. Sin
dudarlo, te ponen un precio y te citan a una hora de nocturnidad y alevosía,
porque tu viaje va a ser de noche, para que llegues descansado. Así que a las 9
te plantas allí como un reloj, tú y otros dos mil guiris que han tenido la
misma idea (los diez mil más que encontrarás allí habrán ido otro día, qué sé
yo), y hacéis tres horas de cola porque solo hay dos personas mirando billetes
y dando pegatinas. ¿Es malo esto? No. Es una bonita manera de empezar a conocer
a los que serán los protagonistas de esta fiesta del momento. Nunca se ha visto
una cola más animada, con cerveza en mano cada paciente esperador y haciendo
amigos delante, detrás y a los lados. Cuando llegas al bus ya sabes la historia
de cada uno de tus acompañantes y puedes vislumbrar las futuras relaciones de amor que se
desarrollarán en la fiesta, aunque tú no les vayas a volver a ver.
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Con el kit fosforito preparado |
Como los españoles
somos así, y nos gusta más una jarana si es compartida, en el feisbu habíamos encontrado una quedada
de desconocidos que asistían a la fiesta en un bar al azar cerca de la playa. Y
allí empezó nuestra propia Full Moon Party.
No encontramos
a nadie de la quedada, pero sí a cuatro españoles muy majos que nos
consiguieron pinturas fosforitas gratis. Luego no eran muy majos pero nos
consiguieron pinturas fosforitas gratis. Conseguir del verbo robar. Y después de
las dos primeras cervezas decidimos hacer caso a alguno de los blogs visitados
e ir a comprar nuestra propia bebida, por si la comprábamos en otro sitio y
alguien decidía echarnos en ella droga gratis (que esto no lo he entendido
nunca muy bien, por qué la gente quiere echar SU droga en TU bebida).
La aventura
está en las calles. Encontramos una tienda abierta que debe ser la única de
Tailandia que vende alcohol a partir de las 12 de la noche, y estábamos todos
los participantes de la fiesta (bueno, los que estábamos haciéndonos de rogar)
haciendo acopio de buckets (cubos de
playa), rones baratos y cocacolas. Todos vestidos de colores hirientes y
pintados con pulso dudoso. Y nos dedicamos a pasear, dejándonos llevar por la
gente, entre puestos de comida, vendedores de artículos luminosos y artistas
que pintaban con mejor pulso del que vas a tener tú en tu vida. En algunos
puntos había grupos alternativos que animaban la velada a los que el techno no
les acabara de llamar, y ahí echamos un buen rato.
La fiesta está en las calles
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... y cosas fosforitas |
Pero basta ya,
vamos a ver de qué va eso de la playa. Nos pusimos a andar sin tener ni idea de
dónde quedaba aquello, intentando buscar un baño barato (esto, señores, resultó
imposible) y haciendo amigas que hacían sus necesidades en el urinario masculino (aún no hemos podido explicarnos la física de este suceso). Alguien
nos da una indicación, caminamos por un callejón oscuro donde encontramos a
Mimi, una tailandesa que se hace varias fotos con nosotras y nos da muchos
besos y quiere otras cosas, y encontramos la playa.
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Esta es Mimi |
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¿Qué vas a tomar? |
Hay que decir
que hay una entrada oficial en la que hay que pagar y te dan una pulsera. No
era nuestro caso, oficialmente podemos decir que nos colamos en la fiesta.
Aquello es la locura. Mil bares y escenarios con sonidos diferente en una torre
de Babel lingüística y musical. La luna acoge a los participantes que miran a
todos lados menos al cielo, aunque con tanto color es difícil concentrarse en
algo. Puestos de cubos a lo largo de la playa, señales de humo, luces y
personas por todas partes. No vamos a dejar que esto nos dé miedo, hemos
crecido en la fiesta. Nos cuesta tres segundos acomodarnos a la situación. Enseguida
mi compañera amenaza con cumplir las amenazas blogeras y cuando hago fotos para cubrir
este reportaje se me pierde hablando con todos los franceses, ingleses,
alemanes… hombres de la zona, mientras todas las amigas de esos hombres me
declaran su amor a mí, porque se ve que esa noche despertaba yo el deseo
femenino. Y es que la luna y los otros elementos ya están haciendo sus efectos.
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Al final sí ha venido gente... |
Cuidado con el fuego... (se recomienda ver hasta el final)
Por el camino
hacemos más amigos (esto lo recordamos porque tenemos fotos de todos ellos, y
somos conscientes de que nadie se despidió de nosotras, con lo majas que
somos), y como éramos muchos ya, decidimos llevar a cabo un evento insólito
hasta ahora nunca visto, que queremos compartir con vosotros. Dice la leyenda,
o se lo ha inventado MM, no se sabe muy bien, que con cada luna
llena recibirás un puñado de suerte para el siguiente mes si enseñas tu culo al
aire a la dama de plata. Nosotras, fieles cumplidoras de esta tradición, la
compartimos con el mundo y conseguimos un grupito de diez amigos voluntarios.
De esto hay una foto que no está en nuestras cámaras y que no podemos
compartir, pero hacemos un llamamiento para que, con cada luna llena, hagamos
un calvo mundial que se recuerde mes tras mes, y compartamos todos nuestra
suerte.
Seguimos
nuestra excursión hacia el otro lado de la playa, cuando unos canarios (de
Canarias, no eran pájaros. Creo) acampados en algún bar de la zona nos
interceptan y nos obligan a hacer un limbo. En esto nos roban una botella de
ron (ellos no, otra gente. Creemos) y mi amiga ve un puesto en el que ofrecen
alcohol pagando y abrazos gratis. Pensaba yo que ella quería más ron pero acabó
pidiendo abrazos, y de repente, sin saber cómo, se había hecho de día. No,
queridos amigos, no conseguimos alcanzar el final de la playa. Pero creemos que
la aventura mereció la pena.
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¿Y la luna? ¿Se acabó esto ya o qué? |
Con la salida
del sol parece sorprenderse la gente, y una extraña nostalgia se apodera de los
presentes. Nos sentamos todos en filas mirando al mar, intentando que nuestra
ropa o piel no entrara en contacto con el agua en la que todos los hombres de
la fiesta habían hecho sus necesidades, a la que habían llegado la mitad de las
botellas vacías del evento, o dentro de la que habíamos visto a parejas acarameladas
y suponemos que bastante ciegas entregándose al amor.
De este
momento lírico queríamos una foto para el recuerdo, pero un 90% no alcanzaba a
enfocar correctamente, hasta que una tal Sasha nos hizo emocionarnos y dedicarle
una canción, por este bonito retrato para la posteridad.
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Intentos fallidos de foto |
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Gracias, Sasha |
Y nos fuimos a
casa, en otro taxi lleno de restos de catálogo entre los que nos incluímos,
conscientes de haber formado parte de un hecho histórico, tan histórico como
puede ser algo que ocurre todos los meses.
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Restos de catálogo |
En resumen,
muchachos, sí, es una fiesta muy gorda, es un fiestón, pero ni robos, ni
pérdidas, ni daños irreparables, ni nada que no nos haya pasado o nos pueda
pasar en una fiesta en la tierra de la sangría. Porque sin duda esto es un gran
evento, pero veníamos bien entrenados. Y que no falte.
Ye, ye, ye!
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