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miércoles, 20 de agosto de 2014

Una verbenera con la que iréis a contemplar la luna llena sobre... ¡Tailandia!

No te quieres enterar…

… pero se rumorea, se cuenta, se dice por ahí, que la mejor fiesta del mundo mundial se viene celebrando cada mes en una playa de una isla lejana en Tailandia, y se llama Full Moon Party (para aquellos que pasen de anglicismos cool: fiesta de la luna llena). Como su propio nombre indica, en un alarde de originalidad, coincide con esa noche mensual mágica en la que todas las personas del planeta miran al cielo y sienten… cosas. Las energías te envuelven, los sentimientos están a flor de piel, un halo extraño rodea a los seres vivos, las conexiones son inevitables, el mundo entero está preparado para todo… y la gente en esta playa está borracha, pero de esto vamos a hablar luego.

No os voy a aburrir con historias, pero es necesario echar la vista atrás para encontrar el humilde inicio de la macro fiesta en la que se ha convertido este evento: esto eran unos hippies viajeros en 1985 que, dejándose llevar por todos esos misticismos que os he contado antes, decidieron ir a beber pócimas y fumar sustancias a la playa una noche de luna (como el argumento de La Playa, pero solo una noche). Se ve que se lo pasaron pirata, y al mes siguiente invitaron a un par más, que a su vez se lo pasaron bastante bien, y al mes siguiente ya eran ciento y la madre (que podía haber sido la mía, que fijaos si ha llegado lejos el rumor que la mujer me ha dicho que quería venirse). Y así a lo bobo, hay un evento mensual que junta en la misma playa a gente de tooodo el mundo mundial, excepto a los tailandeses, que no pisan por allí. Se caracteriza, además, por un uso extremo de colores estridentes y música techno que se puede escuchar hasta en Malasia. De estas dos últimas cosas desconozco el origen.

Dicho esto, y quedando claro que es todo un evento, los verbeneros hemos decidido ir hasta allí a contaros todos los detalles de primera mano, que sabemos que os gusta.

Ir es muy fácil. Te acercas a Kao San Road en Bangkok, zona de mochileros por excelencia, y les dices que no te lo quieres perder, que te organicen un viaje. Sin dudarlo, te ponen un precio y te citan a una hora de nocturnidad y alevosía, porque tu viaje va a ser de noche, para que llegues descansado. Así que a las 9 te plantas allí como un reloj, tú y otros dos mil guiris que han tenido la misma idea (los diez mil más que encontrarás allí habrán ido otro día, qué sé yo), y hacéis tres horas de cola porque solo hay dos personas mirando billetes y dando pegatinas. ¿Es malo esto? No. Es una bonita manera de empezar a conocer a los que serán los protagonistas de esta fiesta del momento. Nunca se ha visto una cola más animada, con cerveza en mano cada paciente esperador y haciendo amigos delante, detrás y a los lados. Cuando llegas al bus ya sabes la historia de cada uno de tus acompañantes y puedes vislumbrar las futuras relaciones de amor que se desarrollarán en la fiesta, aunque tú no les vayas a volver a ver.

Con el kit fosforito preparado
Koh Panghan es una isla más bien pequeña. Aconsejan no alojarse cerca de la playa donde se desarrolla la fiesta si tu intención es dormir, y nosotras, por si acaso, eso hicimos. La fiesta, sin embargo, es grande. Haciendo una búsqueda en el interné, que podéis hacer vosotros también si no me creéis, descubrimos que íbamos a perder el móvil, nos iban a robar el dinero, nos iban a drogar, no íbamos a recordar nada al día siguiente, íbamos a dormir en la playa, nos íbamos a cortar los pies con cristales, nos íbamos a quemar con fuego, nos íbamos a descolgar de nuestros amigos nada más llegar, no íbamos a saber volver a nuestro hotel, y, por supuesto, la resaca nos iba a durar años. ¡Esta fiesta promete! Así que nos hicimos con el kit básico de camiseta fosforita, metimos nuestros móviles y dineros en una bolsa muy apañada, desoyendo consejos alarmantes, y cogimos un taxi que nos llevara a la playa, entre emocionadas y atemorizadas.

Como los españoles somos así, y nos gusta más una jarana si es compartida, en el feisbu habíamos encontrado una quedada de desconocidos que asistían a la fiesta en un bar al azar cerca de la playa. Y allí empezó nuestra propia Full Moon Party.

No encontramos a nadie de la quedada, pero sí a cuatro españoles muy majos que nos consiguieron pinturas fosforitas gratis. Luego no eran muy majos pero nos consiguieron pinturas fosforitas gratis. Conseguir del verbo robar. Y después de las dos primeras cervezas decidimos hacer caso a alguno de los blogs visitados e ir a comprar nuestra propia bebida, por si la comprábamos en otro sitio y alguien decidía echarnos en ella droga gratis (que esto no lo he entendido nunca muy bien, por qué la gente quiere echar SU droga en TU bebida).

La aventura está en las calles. Encontramos una tienda abierta que debe ser la única de Tailandia que vende alcohol a partir de las 12 de la noche, y estábamos todos los participantes de la fiesta (bueno, los que estábamos haciéndonos de rogar) haciendo acopio de buckets (cubos de playa), rones baratos y cocacolas. Todos vestidos de colores hirientes y pintados con pulso dudoso. Y nos dedicamos a pasear, dejándonos llevar por la gente, entre puestos de comida, vendedores de artículos luminosos y artistas que pintaban con mejor pulso del que vas a tener tú en tu vida. En algunos puntos había grupos alternativos que animaban la velada a los que el techno no les acabara de llamar, y ahí echamos un buen rato.


La fiesta está en las calles

Buckets...
... y cosas fosforitas




Pero basta ya, vamos a ver de qué va eso de la playa. Nos pusimos a andar sin tener ni idea de dónde quedaba aquello, intentando buscar un baño barato (esto, señores, resultó imposible) y haciendo amigas que hacían sus necesidades en el urinario masculino (aún no hemos podido explicarnos la física de este suceso). Alguien nos da una indicación, caminamos por un callejón oscuro donde encontramos a Mimi, una tailandesa que se hace varias fotos con nosotras y nos da muchos besos y quiere otras cosas, y encontramos la playa.
Esta es Mimi

¿Qué vas a tomar?
Hay que decir que hay una entrada oficial en la que hay que pagar y te dan una pulsera. No era nuestro caso, oficialmente podemos decir que nos colamos en la fiesta. Aquello es la locura. Mil bares y escenarios con sonidos diferente en una torre de Babel lingüística y musical. La luna acoge a los participantes que miran a todos lados menos al cielo, aunque con tanto color es difícil concentrarse en algo. Puestos de cubos a lo largo de la playa, señales de humo, luces y personas por todas partes. No vamos a dejar que esto nos dé miedo, hemos crecido en la fiesta. Nos cuesta tres segundos acomodarnos a la situación. Enseguida mi compañera amenaza con cumplir las amenazas blogeras y cuando hago fotos para cubrir este reportaje se me pierde hablando con todos los franceses, ingleses, alemanes… hombres de la zona, mientras todas las amigas de esos hombres me declaran su amor a mí, porque se ve que esa noche despertaba yo el deseo femenino. Y es que la luna y los otros elementos ya están haciendo sus efectos.

Al final sí ha venido gente...


Nos proponemos recorrer la playa primero hacia un lado, luego hacia el otro. El techno es mentira, señores, allí nos echamos unas buenas pachangas internacionales, salsas, macarenas y todo tipo de músicas del mundo conocidas y bailables. Hacemos amigos hispanohablantes moviendo las caderas. Nos metemos entre gente que salta el fuego, o lo atraviesa por abajo. Otros hombres musculados hacen ejercicios en unas barras, suponemos que para el disfrute de las chiquillas que, seamos realistas, no les están mirando porque están hablando con los que están más cerca. Y llegamos al extremo occidental de la playa. Desde allí alcanzamos un punto alto y sí, se confirma, tooooda la playa está llena de gente fosforita bailando. Hacemos un par de amigos más y nos volvemos a intentar alcanzar el otro extremo de la playa.

Cuidado con el fuego... (se recomienda ver hasta el final)

Por el camino hacemos más amigos (esto lo recordamos porque tenemos fotos de todos ellos, y somos conscientes de que nadie se despidió de nosotras, con lo majas que somos), y como éramos muchos ya, decidimos llevar a cabo un evento insólito hasta ahora nunca visto, que queremos compartir con vosotros. Dice la leyenda, o se lo ha inventado MM, no se sabe muy bien, que con cada luna llena recibirás un puñado de suerte para el siguiente mes si enseñas tu culo al aire a la dama de plata. Nosotras, fieles cumplidoras de esta tradición, la compartimos con el mundo y conseguimos un grupito de diez amigos voluntarios. De esto hay una foto que no está en nuestras cámaras y que no podemos compartir, pero hacemos un llamamiento para que, con cada luna llena, hagamos un calvo mundial que se recuerde mes tras mes, y compartamos todos nuestra suerte.

Abrazos gratis

Seguimos nuestra excursión hacia el otro lado de la playa, cuando unos canarios (de Canarias, no eran pájaros. Creo) acampados en algún bar de la zona nos interceptan y nos obligan a hacer un limbo. En esto nos roban una botella de ron (ellos no, otra gente. Creemos) y mi amiga ve un puesto en el que ofrecen alcohol pagando y abrazos gratis. Pensaba yo que ella quería más ron pero acabó pidiendo abrazos, y de repente, sin saber cómo, se había hecho de día. No, queridos amigos, no conseguimos alcanzar el final de la playa. Pero creemos que la aventura mereció la pena.


¿Y la luna? ¿Se acabó esto ya o qué?
Con la salida del sol parece sorprenderse la gente, y una extraña nostalgia se apodera de los presentes. Nos sentamos todos en filas mirando al mar, intentando que nuestra ropa o piel no entrara en contacto con el agua en la que todos los hombres de la fiesta habían hecho sus necesidades, a la que habían llegado la mitad de las botellas vacías del evento, o dentro de la que habíamos visto a parejas acarameladas y suponemos que bastante ciegas entregándose al amor.

De este momento lírico queríamos una foto para el recuerdo, pero un 90% no alcanzaba a enfocar correctamente, hasta que una tal Sasha nos hizo emocionarnos y dedicarle una canción, por este bonito retrato para la posteridad.


Intentos fallidos de foto


Gracias, Sasha

Y nos fuimos a casa, en otro taxi lleno de restos de catálogo entre los que nos incluímos, conscientes de haber formado parte de un hecho histórico, tan histórico como puede ser algo que ocurre todos los meses.

Restos de catálogo

En resumen, muchachos, sí, es una fiesta muy gorda, es un fiestón, pero ni robos, ni pérdidas, ni daños irreparables, ni nada que no nos haya pasado o nos pueda pasar en una fiesta en la tierra de la sangría. Porque sin duda esto es un gran evento, pero veníamos bien entrenados. Y que no falte.


Ye, ye, ye!
 

No olvides que...


Todo esto es tan teenager..


Siempre con el corazón contento