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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Córrele Ebro córrele!

Se te nota en la mirada...

Fotocooles que lo petan
Que septiembre no nos frena es un hecho. Da igual que haya exámenes, vueltas a la rutina, o grandes dosis de relaxing chaqueta in Plaza Mayor por el frío en el costao. Nos la pela. Y todo apunta a que nos la seguirá pelando. Así es la verbena.

Como buenos verbes tenemos un calendario en el que hay marcadas citas a fuego-lento-tu-mirada, como las fiestas de ese gran pueblo que es Valleruela de Sepúlveda (besis a todos) o las Ferias de Valladolor y Salamanca, esas dos ciudades, cunas de la sabiduría ravera, que siempre nos acogen a propios y extraños con las mismas ganas de petarlo fuerte.

A todo esto, el objetivo primigenio del fin de semana era ir al Ebrovisión, ese festival de Miranda de Ebro cuyo cartel nos cargaba la dinamo aunque conociéramos a los grupos justos. Empezaba el jueves, con la gran actuación de El Mató a un Motorista Policía Motorizado, grupo del que hay que hacerse fan solo por el nombre. El tema que te quema es que en la balanza de la fiesta, pesaban más las casetas charras.

Becarios verbeneros que lo petan fuerte
Tras la quedada general, la Chica Ye-Ye, María la de Ricky y el Niño de los Recaos charlaron un largo rato para ponerse al día de sus vidas pidieron la primera ronda de cervezas en la caseta del misterio (historia ya contada por la Ye-Ye aquí). En ese trance espacio-temporal apareció Salomé la de Chayanne, la otra becaria compi del Niño, que aportó sus buenas dosis de dinamo aunque se retirara pronto por cuestiones laborales. Dio igual. Pudo vivir el gran trance extremo de las patatas con salsa (llámalo salsa, llámalo grasilla) que a cada cual le sabían a una cosa. Al lema general (hemos venido a jugar) se unió el “bien de piqui”, por lo que el estómago del verbenero se puso al servicio del espectáculo. Las cañas, que entraban muy ricamente dieron paso al sidricidio rememorando las historias de los Llaneros Solitarios, aunque no estuviera nuestro querido Lies Kompilation, al que desde aquí mandamos un saludo muy afectuoso.

Sidricidio
Una noche es especial cuando uno se tiene que acordar por las fotos que hizo con el móvil. No fue el caso, porque no sacamos mucho el móvil, por lo que diremos que la noche discurrió entre agradables charlas informales sobre temas de actualidad, aderezadas con agradables toques afrutados provenientes de algún que otro espirituoso. Lo que pasa es que esa historia (totalmente real, ojo), es muy poco verbenera, por lo que nos inventamos otra que mole más y a correr. Contaremos entonces que las dos charras llevaron al Niño a locales de perdición como el Bolero (naranjitooooo) donde hubo algún pulso chino (deporte polémico donde los haya, ¿se vale avalanzarse con la mano para pillar el pulgar del contrincante?) y un hombre de avanzada edad (y borrachera también) las metió boca presentó sus respetos de forma educada y las invitó a bailar, cosa que a la Ye-Ye le vino a hacer gracia pero tampoco mucho. Se me ocurre también que pudimos ir a la Imprenta donde cayeron algunos minis-cachis-litros de cerveza y no solo dentro de nuestros cuerpos danone. Diremos que la noche moló, que hay que mantener una reputación, y el móvil no dice lo contrario. Además que hubo parada y fonda en el Potemkin, que es bien, o eso creíamos.
Noches de Potemkin Old School

La mañana del viernes amanecía con el sol en todo lo alto, con Chiquetete y su cobardía-de-su-amor-por-ella sonando a todo trapo en una feria cercana. En esto que, sin razón aparente, la cabeza pesaba más de lo normal por lo que se hacía más que necesario una duchaja o un polaco rápidos para ponerse en marcha rumbo al Ebro cuanto antes.
Error de pilotaje de manual. El Niño iba con tres verbeneras a tierras mirandesas, lo que supuso su ritmo leeeeeeento y su tetris-en-maletero (era día de Sustantivo+en+CCL, claro). Tras coger a La Macarena y comer en el Fresco (ideal si la resaca llama a tu puerta) el coche puso rumbo a la diversión, con dos cd’s preparados por la del Ricky que harían olvidar los creados con todo el cariño y un fuerte aplauso por la Ye-Ye. El primero no cargó en exceso la dinamo, justificándose la verbenera en que por algo lo había llamado Nadie Al Volante o NAV. Para su suerte y de una forma bastante perra tenía una bala en la recámara, el Bipolar Express, que incluía los temazos que nos gustaban a cada uno, de forma que era imposible que no gustara a alguno de los tripulantes de la enterprais. Jugada perra muy bien traída.
El Ebro a su paso por Miranda. Al final la ESO valió para algo

Unas buenas gafas de rave provocaron el inicio de un juego la mar de divertido y que consistía en mirar a los pasajeros del resto de los coches en el momento del adelantamiento-en-autovía. El juego, que empezó a molar fuerte, fue bautizado como “correlé”, fusión fruto de la verborrea de la Ye-Ye, que sin querer quiso decir “corre” y “pásale” a la vez. Entre esto y las conversaciones separadas por la gran acústica del coche se llegó por fin a Mira-que-mira-Miranda, con la tarde ya cayendo y un fresco que en el sur castellano aún no conocíamos.

Si el disco del coche se llamaba NAV, el lugar de descanso era el órdago a NAV. Ni Dios al Volante. NDAV. Un pabellón con un humo que recordaba a Lluvia de Estrellas con Bertín Osborne (y hoy Pepe de Murcia será Joselito) nos recibió entre un mar de Quechuas (las tiendas, no indígenas, que hubiera molado pero no). Una vez montadas nos dispusimos a preparar la bebida del joven rebelde, el Kalimotxo. Y sin hielos, ojocuidao.

Las tres verbeneras estaban bastante excitadas con ver a un grupo del cual habían oído hablar pero del que no tenían mucha idea. Lori Meyers seguía provocando Guadalquivires (gran río navegable de la península) en ellas y no querían perderse la oportunidad de ver al cantante sin camiseta (que no lo habían visto nunca, coñe).

Antes de ésto vino el Barbotas de Arizona Baby petándolo fuerte y hablando entre canciones de forma muy chanante (“hay que ir más a los garitos” o “estáis todo el dia con el youtubí” como frases célebres del amigo). Mucho guitarreo, videos de fondo y caña para darle antes de los andaluces bajabragas.

Lori guapo
Y por fin llegaron. Tras empezar a ser conscientes de que el Eurovisión es un festival al que se puede ir solo (experiencia que habrá que probar) y que Miranda sigue siendo el Speedcentro del país, llegaron los Lori-guapo-Meyers con toda su caña y su concierto que hemos visto ya varias veces pero oye, que están muy buenos y se les perdona y sus ganas de pasarlo bien. Temaco tras temaco fueron surgiendo frikis, gnores y demás serés del bosque que intentaban echar ficha-acercarse al escenario de formas más o menos cuidadas. Solían ser menos, qué cojones.

Para no variar, subieron a nuestra amiga Anni B Sweet al escenario a que “cantara” El Tiempo Pasará, pero creemos que solo mueve la boca y mira al cantante. Sea como fuere el becario se vino muy arriba con la presencia de su musa del cortavenismo, hecho que fue duramente criticado por las verbeneras, que entendieron que a pesar de la heterosexualidad del becario, también debía esperar con ansia el momento destape.

A los Mendetz ya los vimos desde lejos, que era mucha rave y el cuerpo no estaba para todo el trote que sería conveniente.

Exilios duros como Caminos de Santiago
A la vuelta al pabellón comunitario, los verbes se percataron de que allí no apagaban la luz para dormir, cosa que gusta a un buen VEV. Entre eso y la charla que no iba a acabar en toda la noche decidieron coger las tiendas en volandas, según estaban montadas, y llevárselas fuera, decisión que recibió los aplausos del público, algún que otro “buen camino, chicos” y sonrisas generales. A las cinco horas sabríamos por qué.

Una vez plantados en la zona de exclusión, sin contacto con la humanidad (pero con mucho zumo de pomelo) nos prometimos ir al Ebropeque, una iniciativa muy buena para que las mañanas estén también ocupadas. El caso es que como diría Ferreiro, promesas que no valen nada. No solo nos quedamos sobaos, sino que cayó un fuerte aguacero una fina lluvia que hizo a los verbeneros estar la mar de a gusto en sus tiendas sin piquetas. El resultado: unas zapatillas caladas y la sensación de haber tomado una gran decisión yéndonos fuera.


Tras la tempestad llega la cama. Y el zumeque.
Si bien pasamos bastante de ir al Ebropeque, no pudimos faltar a la comida popular, pasando por lo más granado de Miranda. Las verbeneras estaban con el on fire muy arriba y mientras el autobús ofrecía mucha y muy buena música en directo se quisieron dar al vermú, esa moda que quieren instaurar ahora y que el becario aplaude porque si no le pegan. 


No te quieres enterar…


… pero ya no se puede confiar en nadie. Ahora va el becario y se hace el ofendido y se me pira. Y me deja a mí con el marrón. Yo no sé para qué contratamos de gratis pagando una pasta a esta gente incompetente… Bueno, cuando vuelva del baño le tengo el artículo acabado y me pienso si despedirle por cogerse esos descansos innecesarios.


Vermú rico rico
Como decía el Niño, nos fuimos al vermú, dando un bonito paseo por el acogedor pueblo, lleno de borrachos que ya estaban entregándose a la causa (o puestísimos que no se habían acostado), y pillando de milagro las dos últimas canciones de los Coronas, que tocaban de mañaneo y gratuitamente y por aquello del dormir no pudimos asistir al concierto entero. Allí vimos caras conocidas, amigos solitarios conocidos la noche anterior que ya estaban haciendo sus propias amistades.


Llegamos a la paellada popular, que resultó ser macarronada, lomada o productoautoctonoformadoporsalchichasdemorcillada popular, todo ello, para horror de nuestra vege de moda y gusto de nuestras resacas. La larga fila de personas hambrientas nos echa para atrás, calmamos el hambre acompañando con un pincho al vermú, y decidimos, finalmente, colarnos con descaro y gracia verbenera para conseguir nuestros macarrones y aquella cosa desconocida que, no nos engañemos, no llegamos a acabarnos, así que tan bueno no estaría.


Mu agustico ahí
Pasado este trámite que es el de alimentarse viendo cómo van evolucionando las amistades de nuestros allegados lejanos, decidimos pasar ya al chupito de sobremesa, que el Niño quiere marcarse para ganarse el favor de las titulares, y resulta en catástrofe porque se saca LicoresCafé que no gustan en exceso, y un Pacharán sabiendo que a la que suscribe el café no le da nada de gustirrinín, desconociendo él que la pócima norteña tampoco es que cause placer en algún paladar conocido.


En este momento la gente ya no rige, aunque alguno mantiene su lucidez, cuando en la cola del baño se inicia una interesante conversación en estos términos: 
“amar es compartir” – dice la que va delante de mí. “No, vivir es compartir” – apunto yo, siempre fiel a la verdad. “Compartir es vivir” – añade ella, soñadora. Miramos ansiosas al tercero en discordia, que vendría detrás de mí. “No voy a entrar” – corta él, conversación y rollo. Hay que ser más de entrar, verbeneros, no lo olvidéis nunca (y en las conversaciones también). Viva el bucle.


Muy bien, querida
Seguimos a bingo en un garito (hay que ir más a los garitos) donde el moderneo y la crema de orujo fluyen a pesar de la lluvia. Un amigo charro nos deleita con lo mejor del indie del momento, tanto que casi se nos hace tarde para llegar a ver al ojo derecho de María, la de Ricky, hablamos de La Bien Querida. Hay que reconocer que llegamos a tiempo, no como el resto de festivaleros, porque no había ni Perri allí. Normal por otro lado, porque aunque es verdad que se la quería (como bien proclamaba un fan a nuestro lado, al ritmo de palmadas acompasadas: “Ana, guapa”), la buena mujer no solo tenía temas bien de cortaveneros, sino que además su voz dejaba un poco que desear y, dado que no estaba teniendo mucho protagonismo y se ve que es una percusionista frustrada, le dejaron un palo con el que aporrear una caja sin sentido. Afortunadamente, y como ya le hicieron a Annie, el de sonido del festival sabía cuándo cortar micrófonos.
Fusiones cremitas


Después de esto llegó el Señor Chinarro, siempre mejor en directo que en diferido, tocando todo temazos, aunque nosotros solo respondiéramos a la Llamada a la Acción. Y ahí llegó el hambre, que fue calmada con pizza y bocadillos, y una cerveza, no más, que a los verbeneros no les da el presupuesto para las fiestas dentro de recinto.


Macarena no puede más de la emoción, porque ahí llegan los Niños Mutantes, que ella no es más fan porque no es más grande, y no solo se canta todos los temas, sino que además entiende lo que dicen entre una y otra canción, ganándose así el título de persona con mejor oído de la fiesta.


Lo que no es difícil tampoco, porque el arremolinamiento de solitarios vuelve a surgir. Es sin duda este el festival al que ir uno mismo con su mecanismo, y tenemos allí, por ejemplo, al gigante de dos metros que el día anterior amenazaba con sus manos como palas y su poca estabilidad con caerse encima de nosotras en cada salto que Lori (al que, por cierto, no conocía) le hacía dar, o cualquiera de las gotas de su sudor que se desprendían a su alrededor sin mesura. También está el señor de pasaporte en bolsillo, que a nadie le pasa desapercibido. La anoréxica bailonga. Los de los disfraces. El fan incondicional de todos los grupos pero que no se sabe ninguna canción. El que nos pregunta, estando nosotras en primera fila entregadas, que si nos gusta el grupo. Y nosotros cuatro, que hemos decidido volver al año que viene cada uno por su cuenta, para entrar en la tónica real del concierto.
Una verbe en modo "festivalero solo"


Debido a la economía, nos saltamos un concierto para calmar nuestra sed de calimocho caliente en el pabellón dormitorio. Allí nos hacen una oferta tan triste como tentadora, y hablamos de la reventa de nuestras pulseras usadas a unos fans de Fuel Fandango que piensan colarse por todo lo alto. No solo no hicieron negocio con nosotros, duros de roer, sino que además les robamos un hielo. Somos lo más chungo del polideportivo.


Volvimos a las últimas canciones de The Sounds, que sonaban bien, los recomendamos, y el concierto entero de Fuel Fandango, que causaron una maravillosa impresión en nosotros, vírgenes de los sonidos fusión del grupo. No quitó el concierto que siguiéramos nuestras conversaciones con los marginados de la noche que se acercaban a preguntar quiénes eran estos que tocaban u otras cosas que no entendíamos y contestábamos siempre con sí.


El fin fue, como siempre, duro. El domingo amanecimos más secos y con más calma, si cabe, que el día anterior. Recogimos las tiendas, con la pena que eso da siempre, y nos despedimos de los festivales veraniegos un año más. Emprendimos el camino de vuelta, entretenidos con el Córrele, y tanto nos entregamos que conseguimos que un coche azul entrara, haciendo varios adelantamientos con miradas. En el último, nosotros, agradecidos y emocionados, aplaudimos y poco menos que quisimos bajar a besarles, y eso les debió dejar un poco muertos de miedo cortados, aminoraron la marcha hasta perdernos de vista.


Y así acabó, amigos, la época de festivales, aunque me dicen por el pinganillo que, para los que no lo pueden soportar, habrá uno más en tierra hostil… Una servidora no va a poder estar, que nos cojan los dioses confesados. Comprad todos vuestras entradas, y allí nos vemos. Espero impaciente la crónica.


Ye, ye, ye!

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Septiembre ya empezó

Aaaaay...!!

Ya huele a esa brisa de septiembre, no lo queremos admitir, pero si amigos, huele, y todos sabemos lo que significa…

Sí, eso, precisamente, eso.

Así que:

¡¡¡ No nos podemos dormir!!!  

¡¡¡ Tenemos que celebrar el fin de verano como se merece!!!

Y lo hicimos, y de la mejor manera. Después de un verano marcado por los conciertos y los festivales (de los que todavía nos quedan cosas por contar)  no podía ser más idóneo el día que el que Lori Meyers (de los que hay que decir que nos hemos hecho fans, pero fans, fans) venía a Salamanca para vernos para poner broche final a estas fiestas.

Llegó el día y  llevamos a cabo el plan pre-concierto, que tras el intento fallido de ser los más groupies queriendo acampar en la plaza desde primera hora de la tarde (no nos engañemos, todos sabíamos que esto no iba a suceder) nos echamos a las casetas, móvil en mano, guiándonos por las más votadas, haciendo caso, una vez más de los consejos,  descubriendo pinchos misteriosos, como : “sorpresa de pollo”  que, como ya desvelamos, la sorpresa consistía en no ser pollo, mientras que el sector vegeta trataba de convencer a camareros para que su lacón con pimientos no llevara lacón. Nota: Si alguna vez queréis bloquear a un camarero no le digáis que os haga un cóctel extra elaborado, ni tan si quiera un té americano, no, solo probad a pedir algo sin carne, no, mejor, reveladle que el atún y el jamón york no son vegetales.

"lacón con pimientos"


Nos dio la hora crítica entre pinchos,  cañas, sinpas y pises y el groupie interior se apoderó de nosotros y vaso en mano volamos hacia la plaza, nos adentramos, pero estábamos mucho más lejos del escenario de lo que nos gustaría… oh,  ¡sorpresa!  Un verbenero, de los pro, que unos días antes le había parecido exagerado nuestro plan de acampar en la plaza horas antes, estaba allí, (su groupie interior había sido más previsor que el nuestro) ¡y más cerca! así que hicimos gala de la técnica del saludar y nos acercamos un poquito más. Bueno vale, no era primera fila, pero la tercera tampoco está tan mal… ¿no?

"Nuestras groupies interiores"


Allí estaban*, y nosotros y nuestra energía y nuestra voz, toda nuestra voz, con más repertorio que en anteriores ocasiones (esta vez, sin Anni B. Sweet, pero como el interesado becario estaba ausente, no lo lamentamos demasiado) hasta que sonó la esperadísima “emborracharme” anunciando el final, final que nos hizo abandonar la plaza al ritmo de un aflamencado “todo esto es culpa de la gente” que tomamos como himno.

Con toda la emoción (y el amor) en el cuerpo, continuamos por donde habíamos salvado: la caseta del bien de piki o más conocida como la del semehacaidoelbotedepimientosentupan.

Estaba claro que no fuimos los únicos que le dimos al continue, Salamanca no podía estar más llena, dentro, fuera, en todos los lados, los únicos sitios vacíos eran los hogares, pero no sólo los de Salamanca también del resto de provincias. Daba igual, no había filtro, la finalidad era entrar donde pudieras, hacerte con el bebercio y procurar conseguir tu metro cuadrado, a poder ser cerca del de tus colegas, OJO, si esto no pudieras llegar a hacerlo es muy importante que estés cerca de unos majos/as que a pesar de no conocerlos  te asesoren -en caso de que tu nivel etílico sobrepase los límites de la estética- sobre el/la colega que te estás ligando.

Las horas pasaban y la noche se acababa, aunque nos negáramos, era y fue inevitable.

El final de fiestas no pudo ser mejor, nunca antes un final de verano había sido así, tan disfrutado, o si, quizá es lo que pensemos una y otra vez, y quizá sea eso lo que lo haga grandioso: la sensación de que no volverá a haber un verano mejor como consecuencia de haberlo dado todo, de haber aprendido a disfrutar todos los momentos, de nuestro síndrome Peter Pan…  la sensación de que todo esto sea el más fantástico de los fatales.

Shhhheee!

 ¡Tampoco hay que alarmarse! Que la noche terminó ahí, y quizá el verbeneo veraniego, pero nos despedimos con la cumplida promesa de un vermú (para el que nos citaríamos pasadas unas horas con las más mejores y saludables de nuestras caras) que inauguró un nuevo periodo.


"El vermú"


¡Bienvenidos a una nueva etapa!

*el anecdotario del concierto merece un post aparte 

...qué tu cuerpo es pa’ darle alegrías

viernes, 13 de septiembre de 2013

Qué pasará, qué misterios habrá...


No te quieres enterar…

… pero estas fiestas tienen un toque sobrenatural. Que aparte de poder verlo en muchas otras cosas, se pone de manifiesto en un evento digno de ser estudiado por Quinto Milenio. Hablamos, nada más y nada menos, de… la octava caseta.

Sí, señores. Está situada en plena zona del Mercado. Los mapas con los que todos nos hicimos el primer día de ferias y la aplicación del móvil que todos nos hemos bajado para puntuar los pinchacos que nos estamos tomando no la registran. Ellos no han tenido la decencia de poner el mítico letrero con el nombre del bar que les patrocina y tampoco tienen el cartel oficial con el pincho de feria, en vez de eso han puesto pizarras anunciando sus manjares: un montadito de chorizo light de media barra, y unas patatas con salsa secreta que no es ni más ni menos (spoiler para veges, veganos, y salvadores de animalicos) que la grasilla que les sobra a los chorizos, y sabe a sopa.




Buscad su referencia en cualquier sitio, pero no encontraréis más que esta que estamos haciendo aquí. Id a buscarla, la descubriréis porque es la caseta más vacía enfrente del Telepi, pero jamás la encontraréis en soporte papel y no podréis votarla con vuestros chachifones.

Por supuesto, para que no vayáis de iluminados, los verbeneros ya hemos pensado en apañar una caseta el año que viene en cualquier hueco que sobre en estos mismos términos, que así sí que se les iba a dar alegría a las fiestas.

Los becarios cogiendo ideas para la CdeV (caseta de la verbena)

Ye, ye, ye!


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Tengo gambas, tengo chopitos…



Baila que ritmo te sobra...

Queridos verbeneros del buen comer, como todos bien sabéis se aproximan las fiestas del lugar de origen de algunos de nuestros verbeneros, y hoy queremos hablaros de una parte de ellas, la Feria de Día. En las fiestas de la Charra City brotan como champiñones unas construcciones de las que salen vapores ricos ricos y grasientosos que se conocen popularmente como LAS CASETAS, que estarán plantadas desde el jueves día 5 de Septiembre hasta el 15 del corriente. Ante tamaña novedad no queremos dejar pasar la ocasión para recomendaros la mejor manera de vivirlas y sobrevivirlas.

  1. Lo principal y primordial de estos momentos alegres es que puedes ir de oca a oca paseando por la calle con tu vaso de cerveza, tintorro o cualquier bebida alcohólica que se te ocurra sin ser increpado por ningún miembro de los cuerpos de seguridad del Estado. Esto es lo que más mola de todo, la calle. Y es que los verbeneros somos más callejeros que los ídem de Tele5. Nos gusta que nos de el aire mientras ponemos el buche a punto y eso es así.
    Al fresco todo sabe mejor.
  2. Necesitaréis el plano de casetas donde informan de la ubicación y lo que se sirve en cada una... Naaaaah esto realmente nos da igual, solo es útil para que cuando quedéis con todos los amigotes que vuelven a casa por ferias (que los hay, y muchos, y esto nos encanta) no estéis uno esperando en Boston y otro en California. Caseta del Pakí Pallá, Zona 3. Por ejemplo.
    Reencuentros muy posibles y felices.
  3. No esperéis encontrar grandes logros gastronómicos ni croquembouches de Masterchef. Si pone “Lomo a la nube”, lo más seguro es que sea lomo con un gapo con queso. Hay que entender que somos muchos, y hambrientos, y pesados, y borrachos, y… que no se van a esmerar mucho en nosotros, vamos.
    Triple de nube.
  4. Importantísimo y a colación con el punto 3: Preguntar SIEMPRE  los ingredientes de los pinchos. Si no, te puedes sorprender comiendo vísceras sin haberlo querido cual chamán de tribu prehistórica. Esta historia es tan real que hasta da miedo, palabrita.
    Todo a la plancha.
  5. Id meados de casa. Sí, ya lo sabemos, las cañas son diuréticas, incluso cualquier líquido tiene una vida finita dentro de vuestra vejiga y llegará un momento en que no podáis seguir comiendo sin ingerirlo, pero tendréis que intentarlo. Hay pocos baños y los que hay, como diría un buen amigo, ¡apestan! Aprended desde ya a mear para dentro. Unas horitas de tantra y está hecho.
  6. Hay 96 casetas. Y hay gente intrépida que ha intentado hacerse todas en un día.  Aún no tenemos constancia de un ganador del Premio Guiness del Utus (PGU) en la historia de las fiestas de Salamanca, lo que es deshonroso para los oriundos de la zona. Hubo gente que insistió, pero a la mitad ya no recordaban por cuáles habían pasado y por cuáles no. Si queréis ser ese afortunado, id encargando un hígado de repuesto, un boli para ir tachando en el plano y a madrugar, que cierran a las 00:30 y hay mucho que recorrer. ¡Ánimo valientes! 
    Aspirantes al PGU.
  7. Es bastante fácil que arrimándose a autóctonos de la ciudad acabéis en una caseta donde conozcáis a los estresados camareros. Incluso puede que alguien haya ido al cole o tomado la Primera Comunión con alguno. No soltéis ese contacto, porque esto significa un combo todo bien: nada de comida que haya pasado por el suelo, servicio personalizado y amable, y hasta es posible que se tiren el rollo y una cañita o dos de más, los salaos. Agradecérselo eternamente con reverencias.
    Amigos para siempre wichu wona bi maifreeend.
  8. Si eres vegeta, quédate en casa o sal solamente con el propósito de beber. Entre estos pinchos encontraréis las mil y una maneras de cocinar el cerdo, y de nombrarlo también. Descubriréis partes de este mismo que ni sabíais que existían, pero todas TODAS serán de origen animal (no queremos decir carne por si hay controversia). Las lechuguitas en estas celebraciones respiran seguras en sus huertas. 
    Secreto y abanico ibérico.
  9. No todo lo feo está malo. Hay quien se deja llevar mucho por lo visual y es incapaz de comerse una delicia como es la morcilla con chocolate sin pensar en cosas escatológicas. Cierra los ojos y abre la boca, que decía mi novio madre.
  10. Si no estáis en el punto 7 ni queréis ganar el PGU, haced un simpa siempre que podáis intentad ahorrar, que luego no os llega para la última, ésa que tiene garbanzos con almejas que de todos es sabido que es el pincho más rico de todos (Gloria bendita).
  11. Cerrad los oídos. Me han dicho que todos los años llenan una habitación con monos rabiosos y les dan cds, vinilos y cassettes aleatoriamente por una rendija para ver qué hacen con ellos. Y eso es lo que suena en las casetas. Algún día descubriremos que hay alguien haciéndose rico exponiendo en el MoMA de Nueva York las grabaciones de las reacciones a este experimento.
  12. Pedid siempre bien de piki. Es la salsa de la vida. 
     
    Piki! Piki! Piki!
     Tras estos útiles consejos ya solo me queda deciros que, a pesar de las millones de personas que habrá, seguro que nos encontramos. Y seguro que os encontráis también con ese ex que no veis desde el instituto cuando tengáis toda la boca llena de panceta. Si eres tú, no hace falta que vengas a la caseta de la Tagliatella, Zona 10. 
    ¡Nos vemos, y felices ferias, verbes! 
                                                                                 ...acércate un poquito, Salomé*

domingo, 1 de septiembre de 2013

Los llaneros solitarios: el Origen

Una de las bondades del calendario verbenero en verano es que deja margen a descubrir nuevos rincones, más allá de nuestras fronteras, en los que la fiesta también es religión. En una práctica tan sana como recomendable, Verbena en vena decidió escaparse un fin de semana a Llanes, ese pueblo asturiano en el que la Sidra y las buenas viandas no faltan (vamos, que son un Must, como dicen ahora los modernos).

Pintaba planaco, sí, pero con matices. Como buenos verbeneros, sabíamos que salir de nuestras fronteras supone –como no podía ser de otra manera-, un cambio no solo de costumbres y bebercios, sino también de temperatura. Es normal que cuando el coche se adentra en Reinosa aquello parezca Invernalia (o Mordor, por qué no decirlo). Es en ese momento cuando las ganas de verbena se lían a guantazo limpio con la bajona que puede producir la niebla en julio, batalla que, como no podía ser de otra manera, ganan las ganas de liarla gueparda.

Seducidos por las bondades narradas por el cuarto verbenero en discordia, que ya estaba allí, nos adentramos en la Asturias más oriental, donde cada vez que veíamos una sidrería por las ventanillas se nos alegraba el alma y se nos calentaba un poquito más –si cabe- la cabeza.

El camping de Toró (que no es de Toró, ojo, que es Entreplayas, pero ni tan mal) nos esperaba y con él su encargado, más atascado de lo deseable. La parcela era la 118, como nos dejó claro el hombre, que no dudó en llevarse un rato nuestros DNIs para cotejar con la CIA y el FBI que no éramos ningún tipo de terroristas internacionales. Una vez hecha la necesaria comprobación y reiterando que nuestra parcela era la 118, dejamos allí las mierdas y nos fuimos al mismo Llanes con el sano propósito de ponernos como las jodidas grecas y ya de paso cenar.

Los chipis de Fede, ese fucker norteño
Tras un cuartito de hora de paseo llegamos al “mismo Llanes”, en una paradoja espacio- temporal digna de Encuentros en la Tercera Fase, ya que el cuarto en discordia juraba que el camping estaba en el puñetero epicentro de la localidad. Una vez en la zona de influencia, cerca del casco histórico (el cual nos atrajo tanto que pudimos esperar para verlo el domingo antes de irnos), nos dispusimos a conocer al primer personaje de la historia, al que llamaremos “Fede” por mantenerlo en el anonimato (y porque no le preguntamos el nombre, qué cojones). El Fede, buen tirador de sidra y mejor camarero, no dudó en echar fichas y alguna que otra miradita a una de las verbeneras, que ante tal calentura decidió que la mejor opción era claudicar ante la manzana en botella, con erótico resultado. El Fede, que sabía jugar con varias barajas, dio un volantazo en su seducción pasando a camelar al verbenero masculino, que no dudó en corresponder el cortejo poniéndose hasta el mismo ojete de cabracho (dame un bratzo) con la anterior verbenera.

Pasaron el tiempo, las sidras y los chipis y el pedo ya era agradable, por lo que no dudaron en seguir la rave. A lo “era un pueblo con mar, una noche, después de un concierto” (otro jodido MUST de cualquier verbena, apúntalo ahí). El tema es que la memoria está difusa a partir de este momento, si bien hubo cervezas, copas y alguna impro con cariocas y de fondo la BSO de Amelie, protagonizada por la hippie local. Ah! Y el Fede, que después de hacer su servicio con más pulcritud que Alberto Chicote decidió salir a ponerse hasta las trancas en la calle de la rave (así llamaremos a partir de ahora a la zona de fiesta, también por desconocimiento del nombre real). El caso es que la noche, en aquel momento, ya había cambiado bastante, evitando Fede echar ni una triste ficha al comando verbenero y llenándose la zona del Grupo Camisas, compuesto por una docena de muchachos que destilaban olor a porro del norte.

El tema de la mandanga, que diría el Fari, otro verbenero de pro, llegó a calar en las mentes ya embriagadas de los verbeneros, que en su cogorza épica interpretaban que los Camisas eran el grupo de fuerza, los machos alfa de la rave, en los que integrarse para hacerse con sustancias que no se venden en farmacia legal.

Nada más lejos de la realidad. Los Camisas pecaban de postureo extremo y un 80% no dominaba el cotarro en absoluto, hasta el punto de que llegaron a preguntarles si conocían a alguien que pasase (a lo que pensaron coño! Toma bajona! Iniesta la pasa de puta madre!) Aunque él se refiriese, como no, a drogas. Nos hicimos pasar por gente local emplazándole a la próxima jornada, en la que se celebraría fiesta y donde a buen seguro la gente de la ciudad traería material de guerra (aunque pueda parecer que no, en la España actual sigue funcionando el tópico de que la gente de ciudad trae la innovación al medio rural, aunque ese halo salvador se puede romper en cualquier momento a base de hostias por parte de los del medio rural, que no gustan de que nadie venga a su pueblo a tocarles los cojones).

Antes de ir a dormir, resaltar el capítulo protagonizado por un amigo al que llamaremos fárloper (sí, sí, fáááárloper, no farloper, que no suena igual) que decidió amenazar a los verbeneros masculinos con una somanta de palos tras pensar, en su ensoñación lisérgica, que se habían quedado mirando a su chavala (que tampoco era nada del otro jueves). El incidente no fue a más gracias a la diplomacia que caracteriza al buen verbenero.

Tras claudicar en el camping, la mañana amanecía con el sol (llámalo sol, llámalo Light in the clouds) en to lo alto y los comentarios de la familia de al lado, de origen vasco. Los vecinos euskaldunes sabían lo que se hacían, sobre todo la parienta, que dejó al pobre marido empantanao con las chiquillas (Maider e Irune para más señas). Del episodio familiar salieron grandes frases para la historia de VeV como “A quien Dios no le da hijos el demonio le da sobrinos” (dicho por la matriarca vasca) o aproximaciones a la antropología más racial cuando Irune (o Maider, que no lo veíamos desde la tienda) discrepó con su padre de la siguiente manera:

-       (Oyendo ruido de tambores): “Mira, éstos son como los de Bilbao, aquellos que tocaban unos ‘negritos’ (eufemismo que siempre gusta a la hora de referirse a negros mate cuando se habla con un niño).
-       (Respondiendo categóricamente Irune): “No, esos no eran negros, eran ‘morenos’ (veo tu eufemismo y le subo veinte), aunque algún negro también había”.

El descojono fue monumental, pero interior, ya que por puro postureodemañanaderesaca estaban con los ojos cerrados y haciéndonos los dormidos.

Ya con el cuerpo en puro almíbar y después de darse un agua, los verbeneros se fueron a la playa (a la de Toró, esta vez sí) durante horas, hasta el punto de volver a repetir el postureodemañanaderesaca cuando uno de los integrantes sugirió ir a comer y, como ocurre a veces en la verbena, se produjo el típico ataque de sordera general.

¿Resultado? Quemaduras de segundo grado en todo el cuerpo y una modorra importante, acompañado de pequeños baños de pies (el postureo se estaba haciendo con ellos de forma inexorable).

Cuando rondaban las cuatro de la tarde, ese punto muerto en la vida de un verbenero, decidieron acercarse al chiringuito playero en busca del líquido elemento asturiano y apretáronse una botella, si bien la técnica de escancie no terminaba de mejorar.

La idea era ir a comer a “Casa Manolo” en Cue, un pueblo cercano al que se llegaba dando un paseo. Antes las dudas sobre si estaría abierta la cocina del tal Manolo (y que cojones, las dudas sobre darse un paseo sin comer a las cuatro de la tarde), tiraron de teléfono, momento en el que se produjo otra conversación para la historia:

-       “Donde Manolo, ¿dígame?
-       “Hola, oye, ¿teneis la cocina abierta?
-       “Pero como no la vamos a tener abierta si es verano gallu (emulando a Diegu Gallu, buscar en YouTube).
-       Vale, pues espera que vamos ‘payá’.

Así que se cogieron todo y tras veinte minutos de paseo algo surreal, con fotos a cualquier tipo de bicho o mielda del camino por parte de una de las verbeneras.

Manolo, que esperaba sentado en el garito, soltó la frase “Cómo vienen estos” en referencia a nuestro estado verbenero, pero se dignó a servirnos comida a mansalva entre quesos, chorizo a la sidra y demás viandas del pueblo asturianu. En ese momento y tras caer la primera botella de sidra, la de las fotos decidió echar un all in y pedir “sangría de sidra”, invento en el que no estaban muy confiantes pero que resultó funcionar.

Poco a poco fue llegando fauna a Donde Manolo, encabezada por una despedida de solteras con bastante afición a la fotografía en cualquier tipo de situación. Poco que destacar de este periodo de tiempo, salvo una atacada a lo Perico Delgado por parte de uno de los verbeneros, a lo subida de Alpe D’huez. Para el jodido recuerdo.
Pon pon y danos y danos. 

Para ese momento habían llegado a lo que podemos denominar como “pedo sostenido”, como una jodida locomotora a la que solo hace falta ir echando carbón cada cierto tiempo porque el ritmo lo mantiene.

Tocó volver a Llanes, no sin antes parar de forma estratégica en el chiringuito playero (una botella de sidra más y ya van…), momento que fue elegido para marcarse unas fotos a lo portada de Oasis mojando los pieses en la playa.

El retorno al camping supuso racioncita de ducha necesaria, donde comprobarían que el nivel de quemazón era importante y dejaba bonitos dibujos sobre tu piel morena sobre la arena. Como es bien sabido, los verbeneros macho alfa acabaron en un plis (se mojarán menos en la ducha, o no), por lo que vieron más que conveniente agarrarse otra botella de sidra more, mientras esperaban la gloriosa venida de las muyeres. En esto siguieron dándole al pimple como de costumbre y planificaron la noche, que pasaría por un nuevo garito en el que cenar, siempre con líquido de por medio.

Descartado Fede, quedaba la opción Marisa. Ella era una mujer de carácter fuerte y modales recios que, a juzgar por la impresión verbenera, “no pasaba su mejor momento”. Bastante borde decidió ir bajando piñón en lo que a sidra se refiere y servía muy de ciento al viento. Por las cabezas de la rave pasó la idea de que alguien se la ligara, siempre alguien femenino (se jugarían la mano a que era más de bollos que de panes). Nadie se la ligó y quedó allí, con su bordería intrínseca y sus ganas (insatisfechas) de olvidar penas follando.

La noche comenzó a pintar en copas y cervezas, si bien antes de la cena hubo visita al Faro (también llamado Fari, por lo pequeño). Pero la traca de la Big Lie Kompilation (nótese la K de Kompilation) estaba por venir.

Emulando a Juan Tamariz, dos verbeneros que se besan hicieron la bomba de humo menos disimulada en años, desapareciendo a la puta carrera. ¿El objetivo? Supuestamente pillar unas cervezas (recuérdese que estaban en una calle llena de bares donde lo que menos faltaba era eso). Asumiendo la pérdida irreparable, los otros dos decidieron seguir dándole al arte de beberse hasta el agua de los floreros, objetivo que lograron con éxito.

Los primeros niveles del pedo llegaron con la vuelta de los amigos de la bombaza, que traían dos cervezas de trigo de San Miguel, vendiéndolas como la rehostia en moto. No se nos olvide que por aquel entonces los otros dos en discordia estaban como para catar.

El mejor parque infantil del mundo. O no.
Pasado el tiempo, la noche y alguna que otra BOMBAZA de humo más, decidieron que lo mejor era irse volviendo al camping (empezaba a clarear), habiéndose bebido el Ebro. Y aquí llegó la guinda de la Lie Kompilation. El verbenero trolas llevó al resto a visitar “los mejores columpios del mundo”, un paraje sin igual con instalaciones dignas del Siglo XXI, donde pensaron que lo ideal sería cantarse algunos temazos Disney. Y así lo hicieron.

La vuelta se completó finalmente no sin bandazos por el mismo Llanes, pero llegando finalmente al objetivo, el saco.

El último día en Asturias empezaba, con un calor porculero impidiendo cualquier vida dentro de la tienda, por lo que el verbenero tuvo que salir a resudar el almíbar en el que estaba untado y, de paso, hacer la fotosíntesis mirando al sol que se intuía entre las nubes.

Como se dijo anteriormente, mañana aprovechada para visitar un mercado medieval (que dejó sorpresas como sidra para niños sin alcohol (para generar mercado), o pollos enjaulaos que desataron alguna que otra indignación).

Con el esnucamiento en todo lo alto tocó ir a comer en un garito costero que superó claramente al de Marisa pero que también tenía sus cosicas.

Finalmente tocó volver, con el cd verbenero on FIRE y con alguna consulta a la guardia civil, que provocó ríos navegables en la parte trasera del coche. Olé.

Todo acabó en Valladolid – Villa Satán de Resaca con lo que se puso punto final a una verbena que duró dos días y pico, sidropropulsada y con un sol de justicia, en el mismo Llanes.


 

No olvides que...


Todo esto es tan teenager..


Siempre con el corazón contento