Un, dos, tres…
…
y me fui a Madrid. Y lo hice en soledad, porque el motivo de mi viaje
no era exactamente festivo, aunque al final siempre hay tiempo para un
verbeneo light.
He de admitir que en muy pocas ocasiones he
salido a saco allí, y eso que he vivido durante 3 años en la capi, pero
por lo que sea, para mi salir en Madrid es quedar con mi amiga vasca y
tomar cañas baratas cualquier día de diario y dejar que fluya la noche
hacia donde tenga que fluir. En esta ocasión íbamos acompañadas por tres
hombres, a dos de los cuales hacía más de un año que no veía y tenía
muchísimas ganas de ver. Quedamos a las 8 y aparecimos a las 9 (cosas de
exámenes que empiezan más tarde y de cercanías que van al revés). La
primera parada fue en uno de los míticos de Madrid, el Museo del Jamón,
sitio que no es que sea de mis favoritos ni de los que eche
especialmente de menos, pero es barato y suele haber ambientillo.
Después el plan se desvió a una fiestecilla en Lavapiés. Yo imaginaba a
dos personas compartiendo una litrona en un piso, pero resultó que era
una fiesta de presentación de no sé qué de jóvenes creadores en un
garito desconocido por nosotras en Lavapiés, que si bien la cerveza sí
tenía precio de Madrid, era un sitio majo con gominolas gratis y olor a
muy nuevo. Estas son las cosas que me gustan a mí de las noches
madrileñas: pueden no ser ni las 11 y estar en un antro de lo más cool
que jamás habías visto en tu vida. Moderneces de las que nos gustan a las verbeneras de vez en cuando.
Después
de esto quisimos volver al bar que durante mucho tiempo fue nuestra
segunda casa, el Atxuri, donde encontramos milagrosamente sitio en la
terraza. Y como he avisado, fue muy light, así que después de esto llegó
el momento de retirarse, que era jueves y la gente trabajaba el viernes
y no era plan de forzar más y encontrar el metro cerrado.
Aunque
creo que yo era la única que podía haber estado en la cama hasta las 12
bien a gusto, madrugué porque tenía ganas de pasear Madrid, y porque,
una vez más, no todo iba a ser verbenear. Así que recorrí el centro
hasta el Thyssen, de ahí al Prado y al Caixa Forum. Un par de tiendas
por Malasaña, la FNAC y visita a la SER guiada por un gran gambitero,
gracias al que pude no sólo conocer los entresijos de la radio, sino
también admirar las vistas que pueden verse desde lo alto del edificio
de PRISA en plena Gran Vía y ver un poco de cerca a Francino, a quien
estuve tentada de pedirle matrimonio y al final no hice ni una mísera
foto. Las verbeneras, a veces, también tenemos pudor.
Y
aunque pusimos punto a mi fugaz visita el viernes a la noche, me traje
de la mano a mi buena amiga vasca para disfrutar un año más de las
fiestas, pero eso ya os lo cuento otro día…
Así es María