Un, dos, tres…
Y se nos vino el sábado encima. A pesar de que había planes de
verbenear junto a una piscina al final optamos por el plan urbano y
hacer nuestra ruta habitual, con alguna variante, que siempre gusta
innovar manteniendo las apuestas fijas.
Maca
se quedó en casa dándole un respiro a su cuerpo; la Ye Ye y yo nos
pusimos nuestras faldas de rumbear y nos lanzamos a la calle acompañadas
de la Carrá y compañía. Primera parada en el barrio: terraza, cerveza,
picoteo variado, simpatía e invitación a chupito rico. Conquistadas
desde ya nos tiene este nuevo descubrimiento.
Después
del calentamiento, saltamos al terreno de juego, que no terminamos de
dominar, todo hay que decirlo. Y es que nosotras tendremos otras
virtudes, pero jugar bien al futbolín no es una de ellas. Mira que
recorrimos unos cuantos ayer (parece que se han puesto de moda, como las
peonzas periódicamente en el patio del colegio… o es que antes no me
fijaba y vivía feliz en mi ignorancia…) y yo desde luego me fui sabiendo
exactamente lo mismo...Bueno no, ahora sé que tengo que trabajar mi "juego de muñeca" (y no tiene nada que ver con Barbie Girl, que yo sepa).
Así
que conmigo retirada (si es que yo no he tenido pueblo, ¡no sé jugar!),
la Carrá se convirtió en la jefa del lugar, ¡y eso que decía que no se
le daba bien!. Pero no quedó ahí la cosa, porque incluso la Ye Ye, con
sus estrategias de distracción basadas en grititos de guerra y sus goles
desde la defensa se fue haciendo grande en el juego.
En fin, no podemos negar que somos de la escuela de “lo importante es participar”. Lo de ganar, mientras lo pasemos bien, es secundario.
Lo mejor: la compañía, casi inmejorable ;)
Lo peor: el último bar. Jamás había entrado y jamás volveré
Así es María
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