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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Córrele Ebro córrele!

Se te nota en la mirada...

Fotocooles que lo petan
Que septiembre no nos frena es un hecho. Da igual que haya exámenes, vueltas a la rutina, o grandes dosis de relaxing chaqueta in Plaza Mayor por el frío en el costao. Nos la pela. Y todo apunta a que nos la seguirá pelando. Así es la verbena.

Como buenos verbes tenemos un calendario en el que hay marcadas citas a fuego-lento-tu-mirada, como las fiestas de ese gran pueblo que es Valleruela de Sepúlveda (besis a todos) o las Ferias de Valladolor y Salamanca, esas dos ciudades, cunas de la sabiduría ravera, que siempre nos acogen a propios y extraños con las mismas ganas de petarlo fuerte.

A todo esto, el objetivo primigenio del fin de semana era ir al Ebrovisión, ese festival de Miranda de Ebro cuyo cartel nos cargaba la dinamo aunque conociéramos a los grupos justos. Empezaba el jueves, con la gran actuación de El Mató a un Motorista Policía Motorizado, grupo del que hay que hacerse fan solo por el nombre. El tema que te quema es que en la balanza de la fiesta, pesaban más las casetas charras.

Becarios verbeneros que lo petan fuerte
Tras la quedada general, la Chica Ye-Ye, María la de Ricky y el Niño de los Recaos charlaron un largo rato para ponerse al día de sus vidas pidieron la primera ronda de cervezas en la caseta del misterio (historia ya contada por la Ye-Ye aquí). En ese trance espacio-temporal apareció Salomé la de Chayanne, la otra becaria compi del Niño, que aportó sus buenas dosis de dinamo aunque se retirara pronto por cuestiones laborales. Dio igual. Pudo vivir el gran trance extremo de las patatas con salsa (llámalo salsa, llámalo grasilla) que a cada cual le sabían a una cosa. Al lema general (hemos venido a jugar) se unió el “bien de piqui”, por lo que el estómago del verbenero se puso al servicio del espectáculo. Las cañas, que entraban muy ricamente dieron paso al sidricidio rememorando las historias de los Llaneros Solitarios, aunque no estuviera nuestro querido Lies Kompilation, al que desde aquí mandamos un saludo muy afectuoso.

Sidricidio
Una noche es especial cuando uno se tiene que acordar por las fotos que hizo con el móvil. No fue el caso, porque no sacamos mucho el móvil, por lo que diremos que la noche discurrió entre agradables charlas informales sobre temas de actualidad, aderezadas con agradables toques afrutados provenientes de algún que otro espirituoso. Lo que pasa es que esa historia (totalmente real, ojo), es muy poco verbenera, por lo que nos inventamos otra que mole más y a correr. Contaremos entonces que las dos charras llevaron al Niño a locales de perdición como el Bolero (naranjitooooo) donde hubo algún pulso chino (deporte polémico donde los haya, ¿se vale avalanzarse con la mano para pillar el pulgar del contrincante?) y un hombre de avanzada edad (y borrachera también) las metió boca presentó sus respetos de forma educada y las invitó a bailar, cosa que a la Ye-Ye le vino a hacer gracia pero tampoco mucho. Se me ocurre también que pudimos ir a la Imprenta donde cayeron algunos minis-cachis-litros de cerveza y no solo dentro de nuestros cuerpos danone. Diremos que la noche moló, que hay que mantener una reputación, y el móvil no dice lo contrario. Además que hubo parada y fonda en el Potemkin, que es bien, o eso creíamos.
Noches de Potemkin Old School

La mañana del viernes amanecía con el sol en todo lo alto, con Chiquetete y su cobardía-de-su-amor-por-ella sonando a todo trapo en una feria cercana. En esto que, sin razón aparente, la cabeza pesaba más de lo normal por lo que se hacía más que necesario una duchaja o un polaco rápidos para ponerse en marcha rumbo al Ebro cuanto antes.
Error de pilotaje de manual. El Niño iba con tres verbeneras a tierras mirandesas, lo que supuso su ritmo leeeeeeento y su tetris-en-maletero (era día de Sustantivo+en+CCL, claro). Tras coger a La Macarena y comer en el Fresco (ideal si la resaca llama a tu puerta) el coche puso rumbo a la diversión, con dos cd’s preparados por la del Ricky que harían olvidar los creados con todo el cariño y un fuerte aplauso por la Ye-Ye. El primero no cargó en exceso la dinamo, justificándose la verbenera en que por algo lo había llamado Nadie Al Volante o NAV. Para su suerte y de una forma bastante perra tenía una bala en la recámara, el Bipolar Express, que incluía los temazos que nos gustaban a cada uno, de forma que era imposible que no gustara a alguno de los tripulantes de la enterprais. Jugada perra muy bien traída.
El Ebro a su paso por Miranda. Al final la ESO valió para algo

Unas buenas gafas de rave provocaron el inicio de un juego la mar de divertido y que consistía en mirar a los pasajeros del resto de los coches en el momento del adelantamiento-en-autovía. El juego, que empezó a molar fuerte, fue bautizado como “correlé”, fusión fruto de la verborrea de la Ye-Ye, que sin querer quiso decir “corre” y “pásale” a la vez. Entre esto y las conversaciones separadas por la gran acústica del coche se llegó por fin a Mira-que-mira-Miranda, con la tarde ya cayendo y un fresco que en el sur castellano aún no conocíamos.

Si el disco del coche se llamaba NAV, el lugar de descanso era el órdago a NAV. Ni Dios al Volante. NDAV. Un pabellón con un humo que recordaba a Lluvia de Estrellas con Bertín Osborne (y hoy Pepe de Murcia será Joselito) nos recibió entre un mar de Quechuas (las tiendas, no indígenas, que hubiera molado pero no). Una vez montadas nos dispusimos a preparar la bebida del joven rebelde, el Kalimotxo. Y sin hielos, ojocuidao.

Las tres verbeneras estaban bastante excitadas con ver a un grupo del cual habían oído hablar pero del que no tenían mucha idea. Lori Meyers seguía provocando Guadalquivires (gran río navegable de la península) en ellas y no querían perderse la oportunidad de ver al cantante sin camiseta (que no lo habían visto nunca, coñe).

Antes de ésto vino el Barbotas de Arizona Baby petándolo fuerte y hablando entre canciones de forma muy chanante (“hay que ir más a los garitos” o “estáis todo el dia con el youtubí” como frases célebres del amigo). Mucho guitarreo, videos de fondo y caña para darle antes de los andaluces bajabragas.

Lori guapo
Y por fin llegaron. Tras empezar a ser conscientes de que el Eurovisión es un festival al que se puede ir solo (experiencia que habrá que probar) y que Miranda sigue siendo el Speedcentro del país, llegaron los Lori-guapo-Meyers con toda su caña y su concierto que hemos visto ya varias veces pero oye, que están muy buenos y se les perdona y sus ganas de pasarlo bien. Temaco tras temaco fueron surgiendo frikis, gnores y demás serés del bosque que intentaban echar ficha-acercarse al escenario de formas más o menos cuidadas. Solían ser menos, qué cojones.

Para no variar, subieron a nuestra amiga Anni B Sweet al escenario a que “cantara” El Tiempo Pasará, pero creemos que solo mueve la boca y mira al cantante. Sea como fuere el becario se vino muy arriba con la presencia de su musa del cortavenismo, hecho que fue duramente criticado por las verbeneras, que entendieron que a pesar de la heterosexualidad del becario, también debía esperar con ansia el momento destape.

A los Mendetz ya los vimos desde lejos, que era mucha rave y el cuerpo no estaba para todo el trote que sería conveniente.

Exilios duros como Caminos de Santiago
A la vuelta al pabellón comunitario, los verbes se percataron de que allí no apagaban la luz para dormir, cosa que gusta a un buen VEV. Entre eso y la charla que no iba a acabar en toda la noche decidieron coger las tiendas en volandas, según estaban montadas, y llevárselas fuera, decisión que recibió los aplausos del público, algún que otro “buen camino, chicos” y sonrisas generales. A las cinco horas sabríamos por qué.

Una vez plantados en la zona de exclusión, sin contacto con la humanidad (pero con mucho zumo de pomelo) nos prometimos ir al Ebropeque, una iniciativa muy buena para que las mañanas estén también ocupadas. El caso es que como diría Ferreiro, promesas que no valen nada. No solo nos quedamos sobaos, sino que cayó un fuerte aguacero una fina lluvia que hizo a los verbeneros estar la mar de a gusto en sus tiendas sin piquetas. El resultado: unas zapatillas caladas y la sensación de haber tomado una gran decisión yéndonos fuera.


Tras la tempestad llega la cama. Y el zumeque.
Si bien pasamos bastante de ir al Ebropeque, no pudimos faltar a la comida popular, pasando por lo más granado de Miranda. Las verbeneras estaban con el on fire muy arriba y mientras el autobús ofrecía mucha y muy buena música en directo se quisieron dar al vermú, esa moda que quieren instaurar ahora y que el becario aplaude porque si no le pegan. 


No te quieres enterar…


… pero ya no se puede confiar en nadie. Ahora va el becario y se hace el ofendido y se me pira. Y me deja a mí con el marrón. Yo no sé para qué contratamos de gratis pagando una pasta a esta gente incompetente… Bueno, cuando vuelva del baño le tengo el artículo acabado y me pienso si despedirle por cogerse esos descansos innecesarios.


Vermú rico rico
Como decía el Niño, nos fuimos al vermú, dando un bonito paseo por el acogedor pueblo, lleno de borrachos que ya estaban entregándose a la causa (o puestísimos que no se habían acostado), y pillando de milagro las dos últimas canciones de los Coronas, que tocaban de mañaneo y gratuitamente y por aquello del dormir no pudimos asistir al concierto entero. Allí vimos caras conocidas, amigos solitarios conocidos la noche anterior que ya estaban haciendo sus propias amistades.


Llegamos a la paellada popular, que resultó ser macarronada, lomada o productoautoctonoformadoporsalchichasdemorcillada popular, todo ello, para horror de nuestra vege de moda y gusto de nuestras resacas. La larga fila de personas hambrientas nos echa para atrás, calmamos el hambre acompañando con un pincho al vermú, y decidimos, finalmente, colarnos con descaro y gracia verbenera para conseguir nuestros macarrones y aquella cosa desconocida que, no nos engañemos, no llegamos a acabarnos, así que tan bueno no estaría.


Mu agustico ahí
Pasado este trámite que es el de alimentarse viendo cómo van evolucionando las amistades de nuestros allegados lejanos, decidimos pasar ya al chupito de sobremesa, que el Niño quiere marcarse para ganarse el favor de las titulares, y resulta en catástrofe porque se saca LicoresCafé que no gustan en exceso, y un Pacharán sabiendo que a la que suscribe el café no le da nada de gustirrinín, desconociendo él que la pócima norteña tampoco es que cause placer en algún paladar conocido.


En este momento la gente ya no rige, aunque alguno mantiene su lucidez, cuando en la cola del baño se inicia una interesante conversación en estos términos: 
“amar es compartir” – dice la que va delante de mí. “No, vivir es compartir” – apunto yo, siempre fiel a la verdad. “Compartir es vivir” – añade ella, soñadora. Miramos ansiosas al tercero en discordia, que vendría detrás de mí. “No voy a entrar” – corta él, conversación y rollo. Hay que ser más de entrar, verbeneros, no lo olvidéis nunca (y en las conversaciones también). Viva el bucle.


Muy bien, querida
Seguimos a bingo en un garito (hay que ir más a los garitos) donde el moderneo y la crema de orujo fluyen a pesar de la lluvia. Un amigo charro nos deleita con lo mejor del indie del momento, tanto que casi se nos hace tarde para llegar a ver al ojo derecho de María, la de Ricky, hablamos de La Bien Querida. Hay que reconocer que llegamos a tiempo, no como el resto de festivaleros, porque no había ni Perri allí. Normal por otro lado, porque aunque es verdad que se la quería (como bien proclamaba un fan a nuestro lado, al ritmo de palmadas acompasadas: “Ana, guapa”), la buena mujer no solo tenía temas bien de cortaveneros, sino que además su voz dejaba un poco que desear y, dado que no estaba teniendo mucho protagonismo y se ve que es una percusionista frustrada, le dejaron un palo con el que aporrear una caja sin sentido. Afortunadamente, y como ya le hicieron a Annie, el de sonido del festival sabía cuándo cortar micrófonos.
Fusiones cremitas


Después de esto llegó el Señor Chinarro, siempre mejor en directo que en diferido, tocando todo temazos, aunque nosotros solo respondiéramos a la Llamada a la Acción. Y ahí llegó el hambre, que fue calmada con pizza y bocadillos, y una cerveza, no más, que a los verbeneros no les da el presupuesto para las fiestas dentro de recinto.


Macarena no puede más de la emoción, porque ahí llegan los Niños Mutantes, que ella no es más fan porque no es más grande, y no solo se canta todos los temas, sino que además entiende lo que dicen entre una y otra canción, ganándose así el título de persona con mejor oído de la fiesta.


Lo que no es difícil tampoco, porque el arremolinamiento de solitarios vuelve a surgir. Es sin duda este el festival al que ir uno mismo con su mecanismo, y tenemos allí, por ejemplo, al gigante de dos metros que el día anterior amenazaba con sus manos como palas y su poca estabilidad con caerse encima de nosotras en cada salto que Lori (al que, por cierto, no conocía) le hacía dar, o cualquiera de las gotas de su sudor que se desprendían a su alrededor sin mesura. También está el señor de pasaporte en bolsillo, que a nadie le pasa desapercibido. La anoréxica bailonga. Los de los disfraces. El fan incondicional de todos los grupos pero que no se sabe ninguna canción. El que nos pregunta, estando nosotras en primera fila entregadas, que si nos gusta el grupo. Y nosotros cuatro, que hemos decidido volver al año que viene cada uno por su cuenta, para entrar en la tónica real del concierto.
Una verbe en modo "festivalero solo"


Debido a la economía, nos saltamos un concierto para calmar nuestra sed de calimocho caliente en el pabellón dormitorio. Allí nos hacen una oferta tan triste como tentadora, y hablamos de la reventa de nuestras pulseras usadas a unos fans de Fuel Fandango que piensan colarse por todo lo alto. No solo no hicieron negocio con nosotros, duros de roer, sino que además les robamos un hielo. Somos lo más chungo del polideportivo.


Volvimos a las últimas canciones de The Sounds, que sonaban bien, los recomendamos, y el concierto entero de Fuel Fandango, que causaron una maravillosa impresión en nosotros, vírgenes de los sonidos fusión del grupo. No quitó el concierto que siguiéramos nuestras conversaciones con los marginados de la noche que se acercaban a preguntar quiénes eran estos que tocaban u otras cosas que no entendíamos y contestábamos siempre con sí.


El fin fue, como siempre, duro. El domingo amanecimos más secos y con más calma, si cabe, que el día anterior. Recogimos las tiendas, con la pena que eso da siempre, y nos despedimos de los festivales veraniegos un año más. Emprendimos el camino de vuelta, entretenidos con el Córrele, y tanto nos entregamos que conseguimos que un coche azul entrara, haciendo varios adelantamientos con miradas. En el último, nosotros, agradecidos y emocionados, aplaudimos y poco menos que quisimos bajar a besarles, y eso les debió dejar un poco muertos de miedo cortados, aminoraron la marcha hasta perdernos de vista.


Y así acabó, amigos, la época de festivales, aunque me dicen por el pinganillo que, para los que no lo pueden soportar, habrá uno más en tierra hostil… Una servidora no va a poder estar, que nos cojan los dioses confesados. Comprad todos vuestras entradas, y allí nos vemos. Espero impaciente la crónica.


Ye, ye, ye!

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